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Hitler, el fantasma del que Alemania nunca se pudo desprender: crece la extrema derecha

2025-04-30T01:04:49Z


Imagínense por un momento que Adolf Hitler no se suicidó en su búnker aquel 30 de abril de 1945. Imagínenselo paseando hoy tranquilamente por la puerta de Brandenburgo, quizá el lugar más famoso de Berlín, rodeado de turistas desconcertados ante la presencia del antiguo dictador, ... responsable de la muerte de millones de personas. ¿Qué ocurriría? Esa es la pregunta que se hizo el escritor y periodista alemán Timur Vermes, en 2012, con la novela 'Ha vuelto'. Contra todo pronóstico, dada la indiferencia inicial de la crítica y los comentarios poco favorables que recibió, se convirtió en el fenómeno literario del año en Alemania. La provocativa sátira estuvo en la cima de los libros más vendidos del país durante veinte semanas, despachando más de un millón y medio de ejemplares. Su inesperado éxito y la fama de su siniestro protagonista hicieron que cruzara las fronteras y fuera traducido a más de 40 idiomas. A España llegó un año después de la mano de Seix Barral. Y, en 2015, dio el salto al cine, con la diferencia de que el humor inicial del libro tomó un tono más oscuro y reveló un aspecto menos divertido de la Alemania actual. Cuando el director David Wnendt sacó a pasear a 'su' Hitler por la puerta de Brandenburgo durante el rodaje, los turistas perdieron de inmediato el interés por el histórico monumento y dirigieron sus cámaras hacia el 'Führer' como moscas que van a la miel. «La gente se apiñó a mi alrededor», contó a 'The Guardian' Oliver Masucci, el actor que lo interpretaba. Y añadió: «Una persona me dijo que me amaba y me pidió que la abrazara. Otra, para mi alivio, me empezó a golpear. Y una negra me dijo que le daba miedo». Noticia Relacionada 80 años de la muerte del Führer En las entrañas del búnker de Hitler Manuel P. Villatoro El semanario 'Die Zeit' concluyó que, siete décadas después de su muerte, Hitler todavía ejercía una gran atracción en los alemanes, pero la consecuencia más importante fue que tanto la novela como el filme contribuyeron a impulsar un debate sobre el crecimiento de los movimientos neonazis y de extrema derecha en el país. Un debate que todavía hoy está presente, tras los recientes éxitos electorales del partido ultra Alternativa Para Alemania (AfD), especialmente, alrededor de temas como el rechazo al inmigrante, la desilusión por la moneda, el paro y el temor a la inflación. Esto es, la misma mezcla perniciosa que permitió a los nazis llegar al poder en 1933. «Todo por Alemania» «Después de la Segunda Guerra Mundial, durante décadas se prohibió cualquier referencia positiva al régimen y a la ideología nacionalsocialistas. Los alemanes fueron muy estrictos con esa prohibición, pero eso ha cambiado y hoy tenemos un partido de extrema derecha y de inspiración nacionalsocialista, como AfD, que pugna por el poder. No cabe duda de que, conforme vayan adquiriendo más votos, se mostrarán más desinhibidos respecto a su legado nazi», asegura a ABC Joan Solé, autor de 'El ascenso de los totalitarismos: Política, sociedad y economía en el período de entreguerras' (Shackleton, 2020). En realidad, ya lo comprobamos en 2019, cuando los diputados de AfD abandonaron sus escaños en el Parlamento de Turingia durante una ceremonia en honor a las víctimas del Holocausto. La presidenta de la sala, Ilse Aigner, mostró así su indignación por esa muestra de desprecio: «El que es ciego para el pasado lo es también para el futuro». Sin embargo, dos años después, en Merseburg, ciudad situada al este de Alemania, el líder del ala más extrema, xenófoba y ultranacionalista del partido, Björn Höcke, terminó su discurso con la siguiente proclama: «Todo por nuestra patria, todo por Alemania». Enseguida saltaron las alarmas, pues esta frase es un conocido lema de las SA, la formación paramilitar del partido nazi que desempeñó un papel clave en la conquista del poder por parte de Hitler. Aunque se justificó ante el juez diciendo que desconocía su origen, lo cierto es que, desde entonces, se le ha levantado la inmunidad parlamentaria hasta en siete ocasiones para ser investigado por incitación al odio, negacionismo y uso de símbolos nazis. En 2017, además, ya declaró en Dresde que el memorial dedicado a las víctimas del Holocausto de Berlín era un «monumento de la vergüenza». Y, un año más tarde, en su libro 'Gesprächband' señaló que no se debería calificar al 'Führer' como «totalmente maligno». Los ultras de AfD A pesar de todas estás referencias a Hitler y su Gobierno, AfD sigue avanzando y su actual líder, Alice Weidel, se convirtió en la segunda candidata más votada de Alemania en las elecciones de febrero, protagonizando polémicas en torno a la figura del dictador una vez más. «Es innegable que, 80 años después de su muerte, el fantasma del pasado nazi sigue persiguiendo a Alemania como un espectro. Los partidos políticos del arco republicano libran una batalla memorística contra el revisionismo histórico y las mentiras proferidas por la AfD. Weidel también proclamó en una entrevista en X con Elon Musk, durante la última campaña electoral, que Hitler era comunista. Era su estrategia para reescribir el pasado, y eso no solo es una transgresión del consenso al que se llegó en Alemania después de 1945, sino una grave mentira histórica», defiende el historiador francés Emmanuel Droit, que acaba de publicar 'La desnazificación: ¿Cómo afrontar el pasado nazi tras la caída del Tercer Reich?' (Shackleton, 2025). En esa misma campaña, Weidel también usó el citado lema de las SA durante sus actos. Aún así, obtuvo más de 10 millones de votos (20,8%), dos millones más que el actual canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, que tuvo que formar un Gobierno de coalición con los conservadores para poder seguir gobernando. En este sentido cabe preguntarse cómo ha cambiado la relación que los alemanes han mantenido con el fantasma del antiguo dictador nazi desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, pero la respuesta no es sencilla, tal y como apuntan los expertos consultados por ABC. Además, en estas ocho décadas encontramos numerosas contradicciones entre el consenso general al que se llegó en Europa sobre la figura de Hitler tras los juicios de Núremberg y la realidad, y entre los Gobiernos de la República Democrática Alemana (RDA) y República Federal Alemana (RFA) tras la construcción del Muro de Berlín. Un ejemplo: en 1932, la escultora Hedwig Maria Ley, simpatizante nazi, creó el primer busto autorizado de Hitler y el partido nazi lo convirtió en el modelo para retratarlo en el futuro. Sin embargo, tras la derrota del Tercer Reich en 1945, la artista lo enterró rápidamente en su jardín, pero veinte años después, un familiar de su jardinero lo desenterró y lo colocó con orgullo sobre la chimenea de su sala de estar, donde permaneció hasta los años 80. Esta admiración prolongada por el máximo responsable del Holocausto contrastaba con la visión de la gente más joven, que mayoritariamente quiso disociarse de las generaciones anteriores a las que acusaban de haber abrazado el fascismo. De Chaplin a Mel Brooks Esa quiebra generacional ha sido la base de la exposición 'Después de Hitler: el ajuste de cuentas de Alemania con su pasado nazi', que estuvo abierta hasta enero en el museo Casa de la Historia de Bonn, con la escultura del 'Führer' como protagonista. De todas formas, el dictador siempre ha estado presente en la vida de los alemanes. Mucho antes de que la novela de Vermes lo resucitara, otras obras ya habían convertido al antiguo dictador en objeto de risas. Uno de los primeros libros que se publicaron en el país durante la posguerra fue una compilación de chistes sobre los nazis, para dejar claro que algunos se rebelaban contra ellos, aunque fuera después de muerto. También se estrenaron películas como 'El Gran Dictador' (1940), de Charlie Chaplin, y 'Los productores' (1967), de Mel Brooks. Y en 1949, los ciudadanos de la RFA recién creada se divertían con el espectáculo del escritor satírico Günter Neumann 'Yo fui el bigote de Hitler'. Reírse del responsable de la muerte de seis millones de judíos era una forma de mostrar que estabas del lado de los buenos, pero al mismo tiempo, todo el mundo sabía que muchos antiguos miembros del Partizo Nazi habían quedado eximidos de toda responsabilidad. Una nueva contradicción. «En el debate académico nunca hubo dudas de que la desnazificación fue muy selectiva y es bien sabido que los ex nazis formaron parte de los primeros gobiernos de la RFA y de sus servicios de espionaje», subraya Thomas Biebricher, politólogo de la Universidad Goethe de Frankfurt, experto en el ascenso de la extrema derecha en Alemania. Esa es la razón de que, en la década de 1960, la crítica contra el 'Führer' y, sobre todo, contra la generación de alemanes que votó por él se hiciera más dura. Por esto Timur Vermes rehusó presentarlo como un demonio en su novela. Quería forzar al lector a pensar por qué tantos compatriotas lo ayudaron y que se preguntasen, a modo de cautela, si ellos habrían hecho lo mismo. «Parte del éxito del libro es que te sorprende que alguien como Hitler pueda resultar de alguna manera atractivo para ciertas personas», advirtió el autor al diario 'Stuttgarter Nachrichten'. Hitler en la RDA y en la RFA En este sentido, Biebricher cree que la «desnazificación mental» que tuvo lugar en la década de 1960, sobre todo en mayo del 68, tuvo mucho más impacto en la configuración de la relación de los germanos con su pasado. «Aun así –continua Biebricher–, creo que el compromiso de Alemania con su pasado, a pesar de todas sus deficiencias, no tiene un historial negativo. El hecho de que AfD haya ascendido en los últimos años no lo desmiente, porque casi todos los de Europa han tenido partidos similares». Otra contradicción: mientras en la RFA las películas que revelaban las atrocidades cometidas en los campos de concentración y el exterminio nazi se convirtieron en proyecciones obligatorias, en la RDA las cosas eran diferentes. Allí, el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) propagó el mito fundacional antifascista de que los exnazis solo existían en Occidente. Cualquiera que abrazara el socialismo estaba libre de toda culpa por haber apoyado los asesinatos en masa ordenados por Hitler y sus secuaces. Eso provocó que en esa mitad de Alemania apenas se mencionara al 'Führer', como si quisieran borrarlo del mapa en su paraíso comunista. Tras la caída del Muro en 1989, sin embargo, el dictador ha sido una especie de fantasma del que los alemanes nunca se han podido desprender. En este sentido, Droit pone el foco en los habituales discursos públicos de Nueva Derecha (ND), una organización de carácter fascista-revitalista, y en las acciones del Partido Nacional Demócrata (NPD), de orientación neofascista, que organiza marchas silenciosas cada 8 de mayo con motivo de la rendición del país en 1945. «Además, se siguen multiplicando las declaraciones de políticos de AfD sobre el nacionalsocialismo y la Segunda Guerra Mundial, que socavan el consenso sobre el recuerdo de la Alemania nazi. Su objetivo es restar importancia a los crímenes de guerra, relativizar la responsabilidad del Tercer Reich y honrar a las víctimas civiles», explica el historiador francés. «Hitler ha estado presente en la política de Alemania de los últimos años en la medida en que algunos políticos de AfD usan su nombre para provocar y generar clics. Hay alemanes que piensan que Hitler fue un gran hombre, pero otros piensan que lo fue Stalin, pero yo creo que son minoría. Los crímenes de Hitler son bien conocidos, pero nada se gana para siempre, y tendremos que recordar a la nueva generación por qué la democracia es la mejor manera de construir sociedades humanas y relativamente pacíficas», advierte a este diario el historiador alemán Philipp Blom, autor de ensayos imprescindibles para entender el ascenso de los totalitarismos como 'Años de vértigo' y 'La fractura', ambos en Anagrama.

Profile Image Thomas Fischer

Source of the news:   ABC

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